viernes, 13 de julio de 2012

Muchos extranjeros han perdido el respeto por el encierro

Media hora antes de que el cohete anuncie la salida de los toros del corral, todos los equipos médicos que cuidan de los corredores en los encierros de San Fermín están ya en sus puestos. En la entrada del callejón se coloca desde hace 15 años, el pamplonés Alfredo Echarri.

Una mañana de esta semana, antes de atender a dos heridos por asta de toro, ha visto pasar por delante de su puesto a un matrimonio de septuagenarios 'corriendo' cogidos de la mano cuando el encierro ya había empezado. "Eso forma parte de lo peor de San Fermín", confiesa este veterano de los vallados; "la masificación y que se ha perdido en parte el respeto por lo que está ocurriendo en el recorrido. Los extranjeros que vienen aquí no son muy conscientes de que estos toros pueden matar".

Alfredo Echarri. | El Mundo

En 15 años, a Echarri le ha dado tiempo a atender a muchos contusionados, caídas del vallado, puntadas, cogidas graves y, desgraciadamente, algunas víctimas mortales. "Es lo peor de este trabajo. Como el chaval de Madrid que atendimos en mi puesto hace un par de años, había venido aquí de fiesta...".

Y aunque recuerda nítidamente la primera cornada que atendió ("en 1998, un pinchazo en el glúteo de 30 centímetros"); y las dos que esta misma mañana ha atendido con la firma de un 'cebadagago'; admite que esto es lo menos habitual. "Lo más frecuente son caídas del vallado antes de que los toros echen a correr", bromea.

Coordinación milimétrica

Su jornada en fiestas comienza a las 07.00 de la mañana, cuando todo el dispositivo médico se reúne y revisa el material. A las 7.30 ya están cada uno en sus puestos; en total, ocho puestos medicalizados (un tándem compuesto por médico y enfermera), 21 técnicos de transporte, 50 socorristas, ocho operarios de comunicación, ocho coordinadores de puesto y un sinfín de voluntarios de Cruz Roja y la DYA, auxiliados por cinco ambulancias medicalizadas.

Como explica este experto en Emergencias, cada uno de los puestos se colocan a lo largo de los 848,6 metros de recorrido de manera estratégica. "A la entrada del callejón, donde estoy yo, hay cuatro puestos medicalizados, dos a cada lado. En la calle Estafeta, en cambio, sólo hay uno donde lo permite el cruce con otra calle, porque si no tendríamos que estar dentro del vallado y no nos pagan tanto", bromea.

De hecho, confiesa que es demasiado prudente y nunca ha corrido el encierro. "Ahora, con 47 años y tres hijos, como mucho comemos por ahí y nos gastamos mucho dinero en las barracas", prosigue jocoso.

Como él, confiesa, muchos pamplonicas 'huyen' de San Fermín en los últimos años para evitar la masificación y el jaleo de las fiestas ("la ciudad entera es un botellón"); "a lo mejor se quedan para el Chupinazo del día 6, que es lo más bonito y luego se van".

Otras patologías habituales

Su jornada laboral no acaba con el encierro. A partir de las 9.00 se incopora a su puesto en una de las UVI móvil de la ciudad para atender cualquier incidencia; "porque los abuelitos se siguen poniendo malos". Esta mañana lleva ya atendidos a dos ancianos por problemas respiratorios, un intoxicado, un contusionado, un accidente de tráfico... "Hay que tener en cuenta que la población se multiplica; y además de todos los accidentes propios de las fiestas seguimos atendiendo toda la patología habitual".

Si tuviese que destacar qué ha mejorado en los últimos 15 años, se queda con la coordinación, la comunicación, la profesionalización de los equipos médicos... "En cada puesto hay un técnico de comunicaciones que habla con la central e inmediatamente comunica los heridos que tenemos, si precisa traslado o no... y todo eso es lo que permite que los heridos estén en los dos hospitales públicos de Pamplona en una media de cinco a siete minutos. Aquí está todo muy cerca, esto no es como Madrid".

Aún le quedan varias horas por delante antes de que terminen sus 24 horas de guardia. Antes de que acabe el día tendrá tiempo aún de revisar la historia clínica de los heridos atendidos por la mañana. "Me gustar ver su evolución, si se confirma el diagnóstico inicial... Es un modo de aprender". Aunque admite que en estos 15 años no ha tenido aún el agradecimiento posterior de ningún mozo; "a nosotros siempre se nos critica que llegamos tarde, las flores se las llevan los de la UCI", vuelve a bromear.

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