jueves, 28 de junio de 2012

Abuelos con derecho a sexo

Al mito de que, cuantos más años se cumplen, menos ganas quedan para el sexo, la realidad se empeña en llevar la contraria. Varios estudios demuestran con datos que cuando una persona mayor de 65 años todavía vive en su casa las relaciones sexuales siguen siendo una realidad. Es más, en España, un estudio llevado a cabo en el área 7 de Madrid por médicos de Atención Primaria y de la Unidad de Investigación del Hospital Clínico de Madrid en 179 mujeres de más de 65 años demostró que el 20% de las encuestadas mantenían actividad sexual y que en el 60% de los casos, el coito formaba parte de ellas.

Pero ¿qué pasa cuando estas personas viven en una residencia? Según Laura Tarzia, del Centro Australiano para la Evidencia Basada en el Cuidado de Ancianos, "al pasar a estas instituciones la expresión legítima y consensuada del sexo es, con frecuencia, mal vista", explica como una de las conclusiones de un estudio publicado en 'Public Health Ethics'.

Falta de privacidad

Esta discriminación por edad se une, según esta investigadora, a otros problemas que llevan a los más mayores a convertirse casi en unos 'asexuales obligados': "En la mayoría de las residencias hay una falta de privacidad notoria, además de miedo por parte de los cuidadores a la seguridad de los ancianos sumados a preocupaciones por el cuidado de los mismos o, incluso, al qué dirán de los familiares. Además, no existen directrices ni personal preparado para afrontar con naturalidad los deseos de los residentes y darles la suficiente intimidad", explica.

Sin embargo, tanto Tarzia como otros expertos indican que eliminando las necesidades sexuales de estas personas no se las hace ningún favor. "Está demostrado que las sensaciones sexuales son lo último que se pierde en el proceso degenerativo y estamos hablando de un derecho humano fundamental. Intentando 'proteger' a estas personas sin permitir que expresen sus necesidades sexuales, sofocan su autonomía y personalidad, lo que representa un fracaso", asegura la autora de este estudio.

"El mayor problema que se plantea es que se sigue teniendo una visión irreal de las necesidades de nuestros mayores", comenta a ELMUNDO.es el doctor Carlos Verdejo Bravo, médico geriatra del Hospital San Carlos de Madrid. "El 50% de los mayores, en general, sigue teniendo actividad sexual, aunque ésta no se desarrolle en torno al coito. Los tocamientos, los besos, las caricias o masturbarse son actividades completamente normales en la vida sexual de estas personas", explica.

Lo mismo pasa con aquellos mayores que comienzan con cuadros de demencia leve o moderada. "Las necesidades sexuales de estos pacientes siguen siendo iguales, o incluso mayores que las de los ancianos de su edad y, como ellos, son perfectamente capaces en este campo de manifestar y decidir sobre sus necesidades sexuales. Si no se entiende así, parece que no estamos reconociendo los derechos de estas personas como las de cualquier otra", analizan ambos expertos.

"Evidentemente, la actividad sexual se reduce cuando hay enfermedades de por medio, como el Parkinson o un ictus. Pero en el caso de los primeros estadios de la demencia se comportan de la misma manera. En una forma más avanzada, posiblemente se manifieste un exceso de deseo, aunque no tanto por un disfrute puramente sexual, como por no sentirse solos o aislados", comenta el doctor Verdejo.

Cuando llegan a esta fase más avanzada "el gran problema es que su deseo se manifiesta en ocasiones inapropiadas que puedan molestar a los que viven con ellos, por lo que hay que explicarles lo que no se puede hacer en público y si fuera posible permitir que disfrutaran de un espacio íntimo y privado para ello", explica este especialista.

El gran problema del tabú

Para Tarzia, "dado que la sexualidad y el derecho a la intimidad siguen siendo importantes en la vida adulta y son fundamentales para el individuo y su bienestar, la falta de atención prestada por estas instalaciones a las necesidades sexuales de sus residentes es preocupante", señala.

Una conclusión con la que se muestra de acuerdo el doctor Verdejo: "No es fácil encontrar cuidadores suficientemente preparados ni lugares adecuados para facilitar la actividad sexual de los mayores y, posiblemente, sean sobre las relaciones de nuestros mayores sobre las que más pese el tabú del sexo", explica. "Lo deseable sería que en las residencias hubiese una atención más personalizada a cada uno de los mayores que atienden, ya tengan demencia o no, para que puedan expresar su deseo sexual sin molestar a nadie. ¿Cómo? Quizá lo mismo que tienen previsto las horas de las comidas, de las pastillas o del ejercicio, no estaría de más que les diesen tiempo libre para que pudieran, si quieren, dar rienda suelta a sus deseos", comenta.

"La clave está en la educación", señalan desde el estudio y confirma el doctor Verdejo. "La sociedad todavía no está mentalizada para respetar el sentimiento sexual de estas personas y parece que todavía queda mucho trabajo para entender", finalizan.

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